La formación superior y los cambios de ciclo históricos

Los estudiosos e investigadores de la ciencia histórica, siempre han coincidido en que los cambios de era, por ejemplo de la Edad Media a la Moderna, no se producen en un día concreto, sino como consecuencia de una serie de acontecimientos en un espacio de tiempo no determinado, pero suficiente para que concurran una serie de hechos políticos, económicos, sociales, culturales y filosóficos.

Para citar un ejemplo, la caída de Constantinopla en 1453 según los historiadores, es el que marca en inicio de los grandes viajes marítimos que termina con la epopeya del descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492. Justamente durante los siglos XV y XVI, se produce en Europa Occidental un movimiento cultural, el Renacimiento, que es un puente entre la Edad Media y el mundo moderno. La toma de Constantinopla por los turcos, coincide en el tiempo con la invención de la imprenta y el desarrollo del humanismo y el Renacimiento, procesos a los que contribuyó por la llegada a Italia de exiliados bizantinos y textos clásicos griegos. O sea: el conocimiento. En esta era de modernidad, triunfan los valores como el progreso, las comunicaciones y la razón.

A los fines de la posición que respecto a la importancia y trascendencia que la formación tiene en nuestra civilización que analizamos en este artículo de hoy, nos centraremos en la actual era en la que vivimos, la Edad Contemporánea, que los historiadores ubican entre 1789, con la Revolución Francesa, y que sigue hasta nuestros días.

Justamente creemos que del mismo modo que entre 1453 y 1492 se revoluciona el mundo entonces conocido y da lugar al paso de la modernidad, con la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y hasta el presente, son muchos los indicadores que nos advierten que estamos en la fase final de un cambio de ciclo histórico, que aún no tiene nombre, pero que es evidente que se ha producido una auténtica revolución en el conocimiento y las pautas culturales a escala global.

Las NT’s han tenido un gran impacto en las organizaciones y la sociedad en su conjunto. Las conductas de consumo de la gente, las exigencias que el ciudadano hace a sus representantes, deberían ser la principal preocupación de la clase política, para dar respuesta a demandas sociales y económicas que hace veinte años eran impensables, derivado de que una de las variables más importantes en todo este cambio (aceleración del tiempo histórico y profundidad del cambio en sí), es sin lugar a dudas la formación.

Cuando en los años 60 del siglo pasado, en pleno auge de las políticas de desarrollo de los países, fomentadas por el Banco Mundial y el FMI, ya se contabilizaban entre los factores inherentes a las políticas de desarrollo del mundo subdesarrollado y en vías de desarrollo, a la educación como una variable clave para no sólo lograr una tasa de desarrollo, sino para que fuera posible el progreso sostenido de los pueblos.

Justamente empezaba a trabajarse desde la política en esta preocupación por educar y alfabetizar, pero prevalecía aún en aquellos años 60 la preocupación por el elevadísimo nivel de natalidad y su directa relación con altas tasas de subdesarrollo. Esto llevó a afirma por esos años, al presidente del Banco Mundial, Robert McNamara, ¿qué era primero?: “si un alto grado de desarrollo trae aparejado un elevado índice de natalidad…o una elevada natalidad es la que condiciona un elevado subdesarrollo”. Obviamente, la doctrina económica imperante en las instituciones supranacionales lo tenía claro, también el presidente McNamara, de que justamente la causa-efecto parte de los elevados índices de subdesarrollo, que indica también, bajísimos niveles de educación y elevados de analfabetismo.

Ubicados ya en 2015 y frente a los resultados del pasado 24M, queremos significar qué es lo que ha pasado factura a los partidos tradicionales, además de la corrupción y las formas un poco arrogantes de hacer política. Sin duda alguna, la respuesta se encuentra una vez más, como en aquellos ciclos históricos en que el conocimiento humano va echando luz a los destinos del hombre, en que la formación es la bisagra.

Gente de entre 18 y 35 años, muy formada, con una y dos carreras más uno o dos master a sus espaldas, tienen que elegir forzosamente a “pares entre pares”, o sea, licenciados universitarios, muchos de ellos profesores, con una gran preparación intelectual, porque no pueden asimilar, que políticos que llevan entre 20 y 30 años en la política, independientemente de la responsabilidad (de unos pocos y no de todos) que hayan tenido en casos de corrupción, pero que responde a un estilo de ejercicio del poder (más bien abuso) y uso indebido de las instituciones públicas, han analizado si sus niveles de formación estaban en consonancia con lo que la sociedad pide hoy día.

Una sociedad española moderna, con unas muy bien formadas generaciones más jóvenes, además de un rápido aprendizaje de lo que es y debe ser el ejercicio democrático, no aceptó tanto la corrupción como la falta de competencia e idoneidad de muchos de los políticos que estaban, al menos hasta hoy, anquilosados en el poder. Aferrarse al poder a cualquier costa es un síntoma evidente de incompetencia profesional de la clase política.

Por tanto, la formación desde esta óptica del cambio de ciclo histórico, es una variable que no ha sido considerada en todo su alcance por la clase política española, de ahí el fracaso y la sorpresa con la cual se han encontrado, perdiendo tres millones de votos en un solo acto electoral los dos grandes partidos españoles.

Obviamente la corrupción y las políticas alejadas de los ciudadanos, por ejemplo, en cuanto a los recortes en sanidad, educación y dependencia han pasado factura. Pero no menos, que lo que estas nuevas generaciones de españoles que muchos de ellos son la primera vez que votan, han considerado en cuanto a unos mínimos necesarios a tener para asumir funciones de responsabilidad de gobierno. En la política no puede haber cargo alguno desempeñado por gente no formada en la Universidad, amparándose en una larga trayectoria política durante dos o tres décadas. Esto es parte del cambio de ciclo histórico referido.

Percepción y formación

Cuando las sociedades de los países subdesarrollados de la década de los 60 referida, tenían que aceptar determinadas programas para iniciarse en políticas de desarrollo, a veces dentro de un programa de más alcance regional, como es el caso del Pacto Andino en Latinoamérica, no tenían las capas sociales menos formadas, capacidad para discernir el por qué de las nuevas políticas y cambios que ello traía aparejado en la sociedad.

De ahí, que durante la segunda mitad del siglo XX, muchos de estos países latinoamericanos, estuvieron sufriendo los flagelos de golpes de estado y dictaduras militares, porque la inestabilidad política y la falta de formación, convertían a dicho país en un foco de inestabilidad regional que no era conveniente para los intereses globales de aquel entonces, liderados por Estados Unidos. O sea, que para lograr estabilidad política se recurría a medidas no democráticas, pero una vez llegados a determinado nivel de desarrollo, eran las mismas capas sociales las que con más formación y una sociedad mucho más evolucionada, reclamaban la apertura democrática, que finalmente, con sus luces y sombras es la que prevalece en todo Latinoamérica, con la excepción de Cuba.

O sea, que para la transformación política y cambio de ciclo histórico, se necesitaron sociedades más formadas, que son las mismas que en las últimas dos décadas, demostraron al mundo que no sostenían ni apoyaban cualquier forma de gobierno que no fuera democrática.

La ventaja de España y Europa, es que este punto no se cuestiona, simplemente porque no está abierto a debate. Nadie duda a esta altura la vocación democrática de toda la sociedad española de cualquier signo ideológico, obviamente extendido a una Europa también ampliamente preocupada por los derechos cívicos y especialmente importante en los últimos diez años, el acento que la UE viene poniendo en materia de derechos humanos, igualdad, justicia, etc.

Lo que sí está en cuestión, es si las formas de actuación democrática de la clase política han ido evolucionando en tiempo y forma acompasadas con la evolución de la ciudadanía, cada vez más informada y formada. Pero además, con el aditamento, no menos importante, de otro fenómeno sociológico que trae de cabeza a los partidos políticos convencionales en toda la UE, en particular en España, que es la transversalidad de la sociedad actual, en la que toda forma de comunicación e inter-actuación a través de las redes sociales, tiene un efecto tremendamente demoledor para lo bueno y para lo malo.

Se puede ensalzar la acción de un político en horas o también se lo puede hundir en minutos como consecuencia de unas declaraciones poco afortunadas. Pero la sociedad se expresa por las redes sociales, demuestra gran criterio y sentido común en las cosas que quiere y reclama, no pidiendo la luna, pero al menos, que no se destruyan los logros de treinta años de estado de bienestar que habían conseguido una serie de beneficios y derechos, que no quieren los ciudadanos que se retrotraigan a niveles de los años 80 o directamente que sean eliminados. Dicho en otros términos: si la sociedad actual española tuviese el nivel de formación de la de los años en la que se inicia la Transición, seguramente no habría sido castigada la clase política como lo fue el pasado 24 M porque no contaban ni con la formación y menos la información.

La sociedad de 2015 en España no está por la labor de dar más cheques en blanco a nadie: quiere que sea un control férreo en Parlamentos y acuerdos básicos en los social y económico, los que prevalezcan. Las mayorías absolutas quedarán como un ejercicio del pasado. Los acuerdos y pactos serán el estilo hacia una política futura más preocupada por el día a día de la gente y no tanto por los ratios macroeconómicos que se presentan en los informes que se envían a Bruselas.

El cambio de ciclo histórico que la formación está trayendo a España, es acercar la política al ciudadano para resolver los problemas de las personas. Tan simple como esto.

El presidente Abraham Lincoln sostenía que “los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos”. Lo que quería significar, es que no habrá ningún político en ningún país que pueda triunfar en su mandato, cuando se sobrepasa la línea roja que separa lo sagrado de lo indigno en una sociedad. Lo que ha ocurrido en España y en la UE con la austeridad, agravada a nivel local por la falta de competencia en la implementación de las medidas, caso de haber negociado España plazos más largos para el déficit con Bruselas, es justamente no porque el presidente Rajoy tuviese la intención de cruzar dicha línea, sino porque una vez cruzada tampoco se tomaron las medidas adecuadas para aliviar el sufrimiento, tales como desahucios, crédito a PYMES y familias, etc.

La formación de la ciudadanía es la que le permite a una sociedad moderna y democrática como es la española, decir que hay alternativas a la forma de gobernar, no tanto en las personas como en las políticas. No se equivoquen en hacer una calificación apresurada. La sociedad expresó su condena a todas las medidas que han provocado sufrimiento e indignidad, por más que se empeñen en decir que querían la cabeza del presidente Rajoy. Los ciudadanos están más allá de esto. Quieren mejoras en las condiciones de vida, trabajo y un futuro para sus hijos. Y cada año que pase la exigencia será mayor, porque cada vez más ciudadanos mejor formados serán la más importante garantía para una buena governanza política, social y económica.

La generación nacida en democracia, o sea menor de 37 años, no acepta que sus representantes carezcan de una formación superior. Como ejemplo de ello, Izquierda Unida ha castigado a los candidatos sin formación. La alarma social que ha supuesto que los impositores de edad avanzada y con muy poca formación, hayan sido “estafados” en el caso Bankia, precisamente es el punto de inflexión de lo que una sociedad moderna no puede permitirse. La reacción no es sólo ante el delito perpetrado sino la falta in invigilando de los más formados.

De más de 8.000 alcaldes y 64.000 concejales que fueron elegidos el pasado 24M, la pregunta es: ¿cuántos han terminado una carrera en tiempo y forma? Además: ¿cuántos han realizado un curso de formación de postgrado?

No cabe duda que estamos en la fase final de un cambio de ciclo histórico, del cual la formación superior es una de las variables más importante a tener en cuenta en los próximos años.

José Luis Zunni es director de ecofin.es y vicepresidente de FORO Ecofin. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership.  Coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014.  Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’