Jacinda Ardern y Alberto Lacalle Pou: una primera ministra y un presidente que cotizan al alza

La primera ministra neozelandesa y el presidente uruguayo son estereotipos de lo que las ciudadanías de sociedades modernas e informadas de cualquier país del orbe quisieran como máximos responsables de esos países. ¿Por qué será?Como es habitual en este Blog, tratamos de reflejar los aspectos más actuales y hacemos lo posible, por destacar aquellos más relevantes, o al menos, que sirvan a mis lectores/as en la formación de opinión sobre aspectos que nos están preocupando en este momento como consecuencia de la pandemia.

Ayer lunes 21 de septiembre se realizó el el primer “Foro ABC España-Uruguay. Mirando al futuro” que obviamente fue organizado online, con la presencia del presidente de Uruguay, Alberto Lacalle Pou desde la residencia presidencial en Montevideo, contando el encuentro con el director de ABC Julián Quirós y la coordinadora del Foro, Carmen de Carlos.

También fue muy acertada la presencia del ex presidente Felipe González que junto al presidente uruguayo entablaron un diálogo sobre las circunstancias tan especiales alrededor de las cuales gira ahora la política internacional.

Lacalle Pou no quiso hacer triunfalismo sobre su gestión y advirtió de que “el éxito es relativo. Nunca debemos compararnos con el resto del mundo y estamos con la guardia alta porque puede cambiar todo. No estoy contento porque cualquier situación que golpea a mi país, me pone en el lado de los que sufren”.

Destacamos los componentes de esta reflexión del presidente uruguayo:

– Escapa del triunfalismo barato y además está advirtiendo que hay que mantenerse alerta porque en cualquier momento el virus puede volver a atacar.

– Ante el impacto de una situación cualquiera que golpea a su país no duda en que su primera reacción es estar junto a los más vulnerables.

Pero además insistió en una cuestión que tiene que ver con la austeridad: “el bolsillo de los uruguayos no aguantaba más y el esfuerzo tenía que hacerlo el Estado”, en referencia a que en cualquier política de austeridad que se quiera aplicar en una nación, el primero que debe dar el ejemplo es el gobernante.

Por este motivo, Lacalle Pou quiso que su Gobierno en una actitud ejemplar para afrontar la crisis con austeridad y, partiendo de la premisa de que el bolsillo de los ciudadanos ya no podía soportar más imprevistos, por ley del Parlamento se aprobó la bajada de salarios de los miembros del Gobierno y de los funcionarios con sueldos superiores a los 1.800 euros al mes.

En esta política de contención del gasto, el presidente de Uruguay no es partidario de aumentar los impuestos a los ciudadanos, ya que asegura que eso supondría parar los motores de la economía en un futuro próximo.

Más claves de este político moderado:

– Está pivoteando su gestión de la crisis en la austeridad.

– También está teniendo especial cuidado en el uso de fondos (asignación de partidas presupuestarias). Lo que el denomina cuidado de fondos.

– Especialmente, afirma que cuando se produce un gasto excepcional no tiene que ser muy abultado. Se entiende, dentro de lo posible.

– Bajada de los salarios por ley.

De esta manera, Lacalle Pou creía que ayudaba mucho a la confianza en un Gobierno comprometido con la crisis.

¿Qué es la confianza en el Gobierno?

Como me comentaba un colega recientemente, la confianza en un gobierno o en general en la clase política, forma parte del “paleolítico”, lo que sobra cualquier otro comentario, porque es bastante elocuente lo que quería significar.

Lacalle Pou, presidente de un país del Cono Sur como es Uruguay, siempre caracterizado por ser una nación tranquila, es de los políticos cuya filosofía se basa en que la ciudadanía debe tener confianza y hay que ganársela, de ahí las decisiones que tomara.

Porque lo que los ciudadanos ven con claridad, es si un político está anteponiendo los intereses de su país a cualquier otro interés, ya sea partidista o incluso, personal. Y esto no debe sorprendernos, porque lamentablemente lo vemos a diario.

Sabe perfectamente Lacalle Pou que estas decisiones tenían como objetivo que se viera claro que no persigue una rentabilidad electoral, sino la defensa del bienestar general.

Lacalle Pou alerta de que “vivimos un momento en el mundo en el que muchos líderes actúan en base a su electorado interno, y no teniendo en cuenta el entorno internacional, y ello atenta contra la unidad del resto de los países”.

El caso de Nueva Zelanda

A finales de junio se confirmaron dos casos de coronavirus en Nueva Zelanda.

Cuando muchos países tenían registros de miles de casos al día, no parecía que dos fuera para preocuparse. Pero asimismo, este dato sumado a las infracciones de la cuarentena, fueron suficientes para llevar a la renuncia del ministro de Salud.

Hasta ese momento, Nueva Zelanda había pasado 24 días sin un solo caso.

Entonces, ¿cuál fue la estrategia detrás del éxito del Covid-19 de Nueva Zelanda? ¿Cuándo introdujo Nueva Zelanda cierres de fronteras?

El 2 de febrero, un hombre de Filipinas se convirtió en la primera persona fuera de China en morir de Covid-19.

En este punto, no se reportaron casos en Nueva Zelanda, pero al día siguiente, el país comenzó a prohibir la entrada a cualquier extranjero proveniente de China o vía China. Cualquier neozelandés que regresara de China tenía que aislarse durante 14 días.

A medida que el virus se propagó a nivel mundial, también se extendió la prohibición de vuelos a Irán, el origen del primer caso de Nueva Zelanda, y se impusieron restricciones a cualquier persona que llegara de Corea del Sur, el norte de Italia o que mostrara síntomas.

A partir de la medianoche del 16 de marzo, todos, incluidos los neozelandeses, tuvieron que aislarse por sí mismos al llegar al país, a menos que provinieran de las naciones insulares del Pacífico, en gran parte no afectadas.

La primera ministra, Jacinda Ardern, dijo que estas eran las regulaciones más estrictas del mundo, por lo que «no se disculparía».

Luego, unos días después, la Sra. Ardern dio el paso sin precedentes de cerrar las fronteras por completo a casi todos los no ciudadanos o residentes.

Y hoy día la gestión de la primera ministra neozelandesa es puesta como ejemplo por la OMS como respuesta eficaz ante el Covid-19.

La primera ministra Jacinda Ardern, anunció a mediados de agosto que se postergaban las elecciones generales debido al aumento en el número de casos de coronavirus en el país, pasando del 18 de septiembre al 17 de octubre.

Ardern dijo que la nueva fecha permitirá a los partidos «planificar ante la variedad de circunstancias» en las que tendrá lugar la campaña.

Ardern creyó y afirmó que la decisión que tomaba era para que todos los partidos tuvieran tiempo en las siguientes semanas para hacer campaña y a la Comisión Electoral el margen suficiente para garantizar que se puedan llevar a cabo las elecciones. Pero además, insistió en que no tenía «absolutamente ninguna intención» de permitir más retrasos en la votación.

¿Por qué toma decisiones tan rápidas?

La primera ministra neozelandesa había levantado casi todas las medidas para contener la pandemia que habían impuesto en marzo, pero ahora sucede que se identificó un nuevo brote.

Nueva Zelanda, con poco menos de cinco millones de habitantes, ha reportado más de 1.600 infecciones y 22 muertes desde que comenzó la pandemia, según cifras de la Universidad Johns Hopkins.

El confinamiento a pocos días desde el primer caso confirmado, estrictas restricciones fronterizas, mensajes de salud efectivos y un agresivo programa de prueba y rastreo fueron clave para la eliminación efectiva del virus en el país.

¿Qué tienen en común Jacinda Ardern y Lacalle Pou?

Les distingue de la gran mayoría de líderes políticos, una capacidad de acción rápida de respuesta (toma de decisiones) frente a un enemigo que no conoce de fronteras geográficas naturales ni políticas.

Son personalidades que no hacen ruido, más bien excesivamente moderadas pero eficaces en cuanto a las medidas de gobierno que toman.

Están pensando en la ciudadanía como primer valor que caracteriza sus personalidades, sin aspavientos, pero con sentido de equidad y justicia.

Y los resultados están a la vista.

Pretender que un presidente de gobierno como el uruguayo o una primera ministra como la neozelandesa den lecciones, seguro que no forma parte de sus respectivas mentalidades y actitudes frente a la vida.

Pero deberían ser los demás, algunos los tenemos muy cerca, lo que deben mirarse en estos espejos de buena gestión, transparencia y sensibilidad ante quizás, el más grave problema al que se ha enfrentado la humanidad en los últimos cien años.

José Luis Zunni

La especificidad de Japón ante la crisis sanitaria del Covid-19

Estamos acostumbrados a referirnos a España con ese tópico tan frecuente de que “Spain is different”.Sin duda lo somos, para lo bueno y lo malo. Pero a fuerza de buscar homólogos en el panorama internacional, Japón no se queda atrás en eso de marcar las diferencias. Y por lo que vamos a ver a continuación, diríamos que nos saca una leve ventaja.

A pesar de reaccionar tarde a sus vecinos asiáticos, Japón ha resistido bien la epidemia de coronavirus.

¿Cuál fue la clave?

Al focalizar en el desarrollo tecnológico y la responsabilidad personal, ha logrado evitar un encierro devastador para la economía, sin tener un exceso de mortalidad, en un país con muchas poblaciones ancianas.

Una vez más, Japón fue una excepción, vamos a decir, la gran diferencia.

El Covid-19 visitó Japón antes que Italia
Aunque Japón registró el primer caso del coronavirus, a mediados de enero, dos semanas antes que Italia, las autoridades japonesas tardaron en tomar las medidas necesarias.

También podemos preguntarnos por qué

La idiosincrasia japonesa es muy estricta en cuanto a sus tradiciones y la imagen que como país los japoneses dan al mundo. Para ellos es una cuestión de primer orden. Es de tipo cultural.

Por tanto, bloquear toda la actividad económica y social desde el vamos iba en contra de la imagen de un país que es especialmente ordenado y siempre muy preocupado por el bienestar de su población.

Ampliamente consciente de lo que había sucedido en Wuhan, continuó dando la bienvenida a decenas de miles de turistas chinos con motivo del Año Nuevo Lunar a principios de febrero. Solo una sexta parte de la fuerza laboral se dedicó al teletrabajo, y el sacrosanto festival de los cerezos en flor se desarrolló como de costumbre, atrayendo a grandes multitudes.

Pero el país del “sol naciente” finalmente atrapado en la pandemia, obligó al primer ministro a resolver la situación declarando el estado de emergencia el 18 de abril, después de haberlo hecho nueve días antes en 7 de los 47 departamentos del país.

¿Inercia burocrática o falta de previsión?

Esta lentitud en la toma de decisiones frente a la crisis no ha dejado de golpear a la opinión pública y a los observadores extranjeros.

La importancia del turismo chino

Hay una primera razón que se puede explicar dentro del contexto del turismo, ya que no era conveniente enfadar a China (su gran vecino y cliente) que le envía millones de turistas cada año.

Además, su deseo a toda costa de mantener los Juegos Olímpicos programados para julio, cuestión que tuvo que ser cambiada por obvios motivos.

Pero lo que sí es cierto es que Japón no ha llevado a cabo un cribado sistemático de los brotes observados. Sin embargo, las clases se cerraron el 27 de febrero hasta principios de abril.

En medio de la propagación de las infecciones, Shinzo Abe, que es el primer ministro de Japón desde diciembre de 2012 y presidente del Partido Liberal Democrático, terminaba anunciando el pasado 4 de mayo la extensión a nivel nacional del estado de emergencia hasta el 31 de mayo, luego de que funcionarios del gobierno consideraran prematuro levantarlo ante el avance.

Sin contención pero con robots
Lo que puede haber distinguido a Japón en la respuesta a esta pandemia sin precedentes, es sin duda cómo ha instrumentado la reacción a gran escala gracias a varios medios robóticos, un área tecnológica punta donde sobresale debido a la falta estructural de mano de obra debido a de su demografía en caída libre.

Desde los primeros casos de contaminación declarados en el crucero Diamond Princess, amarrado en el puerto de Yokohama, se aplicó la operación remota de tareas logísticas a la gestión del riesgo epidémico, un medio de resaltar el control japonés en el campo de los sensores.

El aumento de la frecuencia de limpieza de los lugares públicos y la necesidad de reducir los riesgos para el personal están fomentando el desarrollo de robots autónomos de desinfección.

Panasonic («Hospi-mist») ha desplegado robots capaces de distribuir soluciones desinfectantes a gran escala en hospitales o la start-up Cyberdyne («Mb-CL02») en los dos aeropuertos de Tokio y en las estaciones de tren.

Otros permiten una limpieza más localizada: varias empresas japonesas como Mira Robotics y su «Ugo» ofrecen tecnologías de esterilización por rayos ultravioleta de superficies de todos los tamaños y tipos.

La tecnología se adueña de la realidad

Los fabricantes japoneses de robots de servicio se han apoderado –una manera de decirlo- de la realidad actual en cuanto a dar soluciones, o sea, poner la tecnología al servicio del hombre, o mejor dicho, del control de la pandemia.

¿Cómo está Tokyo a 11 meses de la inauguración de los JO?

Lo que sí es claro, y en cierto sentido sorprendente, es que las autoridades japonesas no quieren hacer depender los Juegos Olímpicos de la existencia de una vacuna para el coronavirus.

John Coates, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI), ofreció una entrevista para la agencia AFP en la que explicó que los juegos finalmente se celebrarán con o sin coronavirus, afirmando que:

«Los de Tokio serán los Juegos Olímpicos que hayan derrotado al Covid-19».

El dirigente australiano recalcó que en algunos países la situación estará bajo control, en otros no, por lo que se deduce que los JO contarán con deportistas que llegarán desde lugares en que el Covid-19 esté en ese momento bajo control y otros de regiones en las que no.

La gran fecha por fin se espera que sea una realidad el 23 de julio de 2021

Además, para reforzar esta posición, el gobierno japonés ya se había pronunciado al respecto desde hace pocos días, afirmando que:

«mientras vivamos con el coronavirus, debemos asegurar que los atletas puedan desempeñarse en sus mejores condiciones y que el público disfrute los Juegos de manera segura. Ajustaremos los controles fronterizos y los sistemas médicos y de pruebas», dijo Kazuhiro Sugita, subsecretario del gabinete de Japón.

En tanto, Toshiro Muto, director ejecutivo del comité organizador, había explicado que «hemos empezado a debatir contramedidas para organizar unos Juegos seguros para espectadores y atletas».

 

Japón supo resurgir de las cenizas de Hiroshima y Nagasaki. Supo levantarse del accidente nuclear de Fukushima I el 11 de marzo de 2011.

Quién conozca un poco no más a los japoneses y su cultura, entenderán entonces que se van a celebrar los Juegos Olímpicos de Tokyo y que limitarán al máximo de la tecnología disponible –que es mucha la que tienen- los riesgos de contagio no sólo de atletas sino de visitantes.

Para el pueblo japonés, que tiene el honor grabado a fuego en su ADN, no sería un vergüenza no realizarlos, sino una humillación.

Para la humanidad en su conjunto y para los defensores del deporte como el gran medio de alianza de todas las naciones de la tierra, una garantía que los Juegos Olímpicos del Covid-19 con o sin vacuna se lleven a cabo en Tokyo en el verano de 2021,

José Luis Zunni